30.12.11
26.12.11
Es de noche, el cielo está despejado, y te encuentras en un lugar recóndito sin la más mínima luz a tu alrededor. Levantas la cabeza y te quedas abrumado contemplando un pequeñísimo fragmento de la inmensidad del universo. El espectáculo estelar es precioso, una estampa maravillosa. Pero a los pocos minutos empieza a resultarte uniforme y más bien estático. Todas las estrellas te parecen iguales, y no se distingue demasiada actividad en el firmamento. Estás a punto de aburrirte. Entonces, justo antes de bajar la mirada, en tu mente aparecen palabras como supernovas, cúmulos de galaxias, agujeros negros, quásares, materia oscura, cometas, rayos gamma, big bang, púlsares, meteoritos, universos paralelos, nebulosas...
25.12.11
14.12.11
Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.
4.12.11
Para mí, la ciencia son las gafas que nos permiten escudriñar en la estructura del universo, descubrir el mundo microscópico, explorar el interior del cerebro humano, comprender nuestro comportamiento, y disfrutar de toda la complejidad y esplendor que oculta la naturaleza. Sin la ciencia, ni siquiera seríamos conscientes de la existencia de tales tesoros.
Una vida sin ciencia es como una vida sin música. Puede ser igualmente maravillosa, pero sin duda desaprovechamos una de sus grandes ofrendas. Especialmente porque disfrutarla no requiere un lenguaje sofisticado ni grandes conocimientos previos. Sólo se precisa un cerebro receptivo.
Una vida sin ciencia es como una vida sin música. Puede ser igualmente maravillosa, pero sin duda desaprovechamos una de sus grandes ofrendas. Especialmente porque disfrutarla no requiere un lenguaje sofisticado ni grandes conocimientos previos. Sólo se precisa un cerebro receptivo.
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