Ahora comprendo por qué el hermano Miguel formó un equipo con los mejores futbolistas de la clase cuando organizó el torneo de fulbito de tercero de primaria de 1970. Influenciados por el Mundial de México, los virtuales campeones de aquella liguilla amañada querían ser Brasil, pero el cura sorprendió a todo el mundo con un rotundo "¡Qué Brasil ni qué Brasil! ¡Vosotros seréis el Valladolid!". Y aquel año el Valladolid arrasó a cuanto rival se le puso a tiro mientras el Real Madrid quedaba último, porque el hermano Miguel tomó la precaución de arrumbar allí a los maletas, a los más gorditos y a los que usaban anteojos. La experiencia se repitió con idénticos resultados en cuarto de primaria, sólo que entonces el hermano José Manuel decidió que la selección de la clase sería el Palencia. Todavía recuerdo mi camiseta blanquimorada y el estupor que me invadió en 1985, cuando descubrí que el Palencia jamás había pasado de la segunda división. Pero al menos en 1971 ganamos la "Copa de Europa"...
Recuerdo parte de mi infancia buscando esta página en un libro verde titulado "El descubrimiento de España", de un tal Fernando Iwasaki... y para mi sorpresa, un día cualquiera recibo un mail suyo, porque quería ponerse en contacto con ese profesor del que debe tener un muy buen recuerdo al decir en el mismo libro:
A diferencia de otros compañeros que tuvieron de tutores a religiosos cascarrabias y mandones, a mi me gustaría decir que tuve la suerte de tener como maestros a los hermanos José Manuel Fuente, Gabriel Sanz y Heriberto Tejo, quienes -ahora lo comprendo- junto a Pompeyo Sancho, Enrique García, Justino Antolín, Miguel Sanz, Vicente Barrios y Barsén García, nos hicieron vivir en el colegio una versión sui generis de la transición española.
Y así, un día mi padre me trae un libro dedicado de él, sobre unas pesadillas convertidas en literatura, y lo leo y lo releo un montón de veces... Hasta que un día de invierno veo a mi compañero de clase con un papel que pone "Fernando Iwasaki", y descubro que da una conferencia ese mismo día en Salamanca. Al salir de clase me paso por la conferencia, y tras esperar los autógrafos que le pide la gente, me acerco tímidamente para darle muchos saludos de parte de mi padre, Miguel Sanz, y sus ojos cambian, y sus sonrisa también. Porque gracias a él he descubierto una parte de mi padre que no conocía tan bien, aquella vida que tuvo en Perú y que tantas veces me ha transmitido, porque ahora sé de dónde me viene esa pasión por viajar, por descubrir mundo, por hacerme ver que la vida puede dar muchas vueltas.
ver un apellido japonés, coger el papel y que lo vieses tú. A veces sentirse un instrumento no está tan mal...
ResponderEliminar